miércoles, 8 de junio de 2011

Dar la vuelta a la tortilla mientras se levanta una barra

Hace un poco más de dos semanas que Raquel y Ana tenían la barra llena de bocaditos para despedirse de sus clientes como se merecían. Cuando nos hemos asomado esta mañana y hemos visto la barra caer, lo primero que hemos pensado ha sido en el disgusto que se llevarían si, por casualidad, pasaran por allí.
Nosotros lo hemos vivido con sentimientos a dos tiempos: violento en el primero –a punto hemos estado de salir corriendo al café de al lado-, liberador en el segundo, con ganas de agarrar la maza y unirnos a la orgía destructiva.
En el barrio había más curiosidad que conmoción. Otros -no pocos-  lo han vivido como una oportunidad: a las once de la mañana la calle Bruc estaba atascada de chatarreros arrogándose los derechos para cargar con los restos de acero inoxidable de la barra y los cajones del café.
«Esto es de ahora», nos dice Artur, el contratista: «Antes había que pagar para que se lo llevaran». Hay, en los últimos años, quien ha pasado de vivir a malvivir en el tiempo que ha tardado en caer nuestra barra. Ojalá diera la vuelta  la tortilla en el tiempo en que los obreros han levantado la barra, de nuevo. 

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